viernes, 6 de agosto de 2010

Las dimensiones de violencia (cotidiana, política y revolucionaria).

Es un hecho evidente que desde que el hombre se conforma en sociedad, existe la lucha de clases. Una tensión permanente entre los dueños de la tecnología y los medios de producción, los cuales desean mantener el status quo, garantizando así la subsistencia en el tiempo de su clase; y, la clase trabajadora luchando por obtener mejores condiciones laborales y sociales. Mas, en ciertos momentos de la historia, esta tensión deviene en crisis, generando revoluciones que provocan cambios estructurales en la sociedad.

El imperio Babilonio, el imperio Egipcio, el imperio Romano, Monarquías, Burguesía; son sólo diversos ejemplos de modelos sociales, políticos y económicos, donde destaca la existencia de una clase dominante y otra oprimida; las cuales fueron modificadas estructuralmente luego de momentos de crisis.

Es menester citar que cada movimiento revolucionarios a generando cambios sustanciales en la relación clase dominante, clase dominada. De estas, han surgido ciertos derechos civiles, derechos humanos. Citando a Hegel (1770-1831), la historia parece comportarse en un patrón de Tesis-Antítesis-Síntesis. Doctrina filosófica que demuestra que los momentos de crisis son necesarios para alcanzar cambios sustanciales permanentes.

Tomando en cuenta lo anteriormente expuesto, es impreciso que las clases dominantes quieran repetir hoy modelos de dominio presentes en modelos pasados, ya superados. Sin embargo, no podemos omitir la existencia de intereses que desean ejercer control; naciones, grupos económicos, políticos y religiosos, ejerciendo diversos métodos de presión sobre el propio y el ajeno pueblo, con la esperanza de emplear sus diversos recursos, para aumentar el bienestar de la clase dueña de los medios de producción y la tecnología.

En Latinoamérica ha existido intromisión de países extranjeros que invariablemente han generado violencia, pero no podemos pasar por alto el importante papel que ha generado la violencia originada por los grupos de poder internos cuando ejercen mecanismos de control sobre la población. Grupos económicos, políticos y religiosos, ejercen el control en tal medida que en no pocas ocasiones han generado violencia al excluir a los grupos sobre los que ejercen el poder; ya que la participación de estos grupos inevitablemente generaría minusvalía del poder en los grupos dominantes. En esta ecuación del poder sin tomar en cuenta al sujeto que obedece, genera violencia. Entonces, la inconformidad del sujeto sobre el cual se ejerce el poder genera violencia.

En una sociedad inconforme, donde la participación es reducida y el que ejerce el poder está más interesado en nutrir y conservar el poder en lugar de garantizar el bienestar de la ciudadanía, la ley se disgrega; en la casta política surge la corrupción, que inevitablemente generara mayor falta de legitimidad, ye n la ciudadanía generará mayores niveles de violencia ciudadana. Pues, en una sociedad inconforme los niveles de violencia ciudadana se exacerban.

En una sociedad descontenta con bajos niveles de participación, en una sociedad donde el poder se ejerce en forma unidireccional por quien ejerce el poder sin permitir la participación ciudadana, los niveles de violencia cotidiana aumentan considerablemente. Por tato, aumentan los niveles de criminalidad. El número elevado de hurtos, violaciones y asesinatos es síntoma inequívoco de una sociedad enferma.

Ahora bien, conociendo que la única forma de convertir hombres en ciudadanos es la educación, la cual es inadecuada en un sistema donde el que ejerce el poder desdeña las necesidades de la población, la violencia es el recurso asumido por el gobierno para reprimir la violencia ciudadana; ejerciendo control férreo que le permita mantener cierto grado de control.

Así, el gobierno administra políticas de estado que se han llamado “Estado Policía”, presente sobre todo en Latinoamérica.

El Estado Policía lejos está el concepto de estado que a través de los órganos policiales garantiza la seguridad ciudadana. Es un estado que esgrime la escusa que con el fin de garantizar la paz, aplica acciones que van en detrimento de los derechos ciudadanos.

Para garantizar el éxito de las medidas implementadas por el Estado Policía, es preciso que la población esté convencida que necesita la figura autoritaria y con suficiente disponibilidad de recursos para protegernos de las amenazas del terrorismo. Es aquí donde radica la importancia de modelar un hombre que sin dudar sacrifique sus derechos ciudadanos a favor de los intereses ajenos.

Ya sembrado el miedo en el ciudadano, el pánico a las consecuencias del terrorismo, encerrado en la protección que le da el pequeño espacio en el cual se desenvuelve; le es lícito al estado ejercer el control absoluto en el espacio público.

Con la escusa de luchar contra el terror, el populismo radical, el crimen organizado, el tráfico y consumo de drogas; en conclusión, todo lo que atenta contra el bienestar de los pueblos, el estado ejerce control sobre la población. Monitorea y controla los espacios públicos, criminaliza las justas protestas; evitando así el surgimiento de grupos organizados de protestas que pueden ejercer presión y modificar el orden.

Es de hacer notar, que una de las características en un Estado Policía es la proliferación de empresas privadas de seguridad. Con la escusa de ayudar al Estado en controlar la delincuencia desatada, se promueve la formación de estas empresas de seguridad. Las cuales citan que su principal función es el resguardo de la seguridad personal y los bienes de los contratantes. Así, empresas privadas, residencias, fábricas, sistema bancario, están al resguardo de estas empresas. Lo cual, le crea al contratante cierto sentido de seguridad ante la delincuencia.

El contratante es un ciudadano que en su gran mayoría paga impuestos a un estado que es incapaz de garantizar su bienestar; obligándolo a contratar es servicio privado. Está convencido que de esta manera el producto se sus sacrificios no corren peligro ante esa delincuencia indiscriminada que a diario se dibujan en los medios de comunicación social. Sin embargo, la realidad dista de ser la verdad que la población está convencida, pues la proliferación de las empresas privadas de seguridad es un claro síntoma de una sociedad debilitada y fragmentada.

Son características de estas empresas:

- Estar conformadas por individuos con formación militar; pues generalmente emplean a quienes hayan realizado el servicio militar; y, la fuerza militar no enseña a hacer servicio comunitario con balas, enseña a matar al enemigo en el campo de batalla.

- Usualmente están asesoradas por militares activos; así, es posible coordinar acciones monitoreadas por el poder del estado. De esta forma, pueden conformarse en brazo armado secreto del gobierno; capaces de realizar labores desdeñadas por militares activos; como: el secuestro y desaparición física de activistas sociales. Estos grupos pueden convertirse en milicia privada en servicio de intereses ajenos al bienestar de la ciudadanía. Con la finalidad de ilustrar su tesis pone por ejemplo el caso colombiano, donde el presidente Guillermo León Valencia (-) en el año 1965 a través del decreto de carácter transitorio número 3.398, con el pretexto de organizar la defensa de la nación, crea el marco jurídico para la creación de los grupos de “auto defensa”; las cuales se convirtieron en la guardia pretoriana de los gobernantes y los capitalistas, recrudeciendo la violencia en ese país.

- Estos brazos armados que responden a intereses privados, pueden realizar acciones de “profilaxis social”. Esto, consiste en la eliminación física de aquellos que no poseen fuerza adquisitiva, los cuales se convierten en una pesada carga social, que afea el ornato de las ciudades. Pues, sólo el que puede consumir tiene valor; y este valor es cuantificable: quien consume más tiene más derechos ciudadanos en una sociedad limitada por los márgenes ocupados por los billetes en la cuenta bancaria. Cada vez que los gobiernos latinoamericanos, principalmente los de Centroamérica, anuncian un operativo de seguridad ciudadana, aumenta drásticamente el número de desaparecidos y asesinatos, principalmente de indigentes. Con la escusa de luchar contra las pandillas y el tráfico de drogas, se lleva a cabo una verdadera masacre contra los más desposeídos, contra los indefensos.

Es inquietante, el número de efectivos que conforman las empresas privadas de seguridad en Centroamérica, y la cantidad de armas que poseen; que, en no pocos caos, igualan o exceden el número con el que cuenta la policía nacional. Destaca el caso de Honduras, donde 60 mil agentes distribuidos, prestan servicio privado a 91 empresas, cuando el estado cuenta solo con 10 mil efectivos. El Salvador tiene 20000 agentes privados, versus 19000 del estado. Al repetir este patrón en el resto de América cabe preguntar ¿Quién tiene el control sobre la seguridad ciudadana, los entes privados o el Estado?, ¿en cuales manos se encuentra la seguridad de la población? He aquí la raíz del problema. Invariablemente, cuando el Estado privatiza, pierde el control, pierde los ciudadanos, se desmejora la calidad de vida de la población.

Pero, el riesgo se acrecienta cuando los militares ejercen labores policiales. El agente de seguridad se transfigura entre un policía militar o un militar policía. Así se abren las puertas para las detenciones indiscriminadas, las cuales no suelen estar mediadas por procesos de la justicia civil. Lo cual disminuye las garantías individuales, resultando un estado de excepción que es capaz de criminalizar la disidencia ante el gobierno.

Este Estado policía a través de sus diversos mecanismos es capaz de intervenir conversaciones, confrontar protestas, anular las garantías constitucionales; en fin, con sus acciones, es capaz de cortar los hilos asociativos de la sociedad.

Así, el Estado Policía es el medio que emplea el Estado para controlar la violencia ciudadana de tal forma que le garantice mayor permanencia en el gobierno a quien ejerce el poder.

Ahora bien, un gobierno con baja legitimidad que debe usar la violencia como mecanismo de control, está permanentemente amenazado por la violencia política. Esta violencia que más allá de ser mecanismo de control ciudadana es la violencia que se genera entre las facciones que desean llegar al poder y la facción que regenta el poder. Es la violencia que se manifiesta entre los miembros que conforman la administración del Estado.

La violencia política es reflejo de la descomposición del Estado, es menester citar en este punto los denominado “Coronelazos” sucedidos en Latinoamérica. los Coronelazos fueron promovidos por los gobiernos de Estados Unidos y la ambición de grupos económicos y militares internos. Estos movimientos inician en la década de los 60. Consistieron en promover levantamientos militares en países que mostraban ciertos signos de independencia ideológica, que podían conducir a la emancipación económica y social. La finalidad fue sustituir estos gobiernos por otros que ejercieran férreos controles sobre su población, evitando movimientos insurgentes; mas, a su vez sumisos ante los dictámenes del imperio. Es así como surgen las llamadas dictaduras militares de derecha.

Como fiel ejemplo de estas dictaduras se cita el gobierno de Augusto Pinochet (1915-2006) en Chile (1973-1988) tras el derrocamiento del presidente Allende (1908-1973). Las principales características de estos gobiernos son:

- Implemento de políticas de represión: donde se persigue toda disidencia política, condenando a prisión, muerte; o en el más afortunado de los casos, el exilio. Para lograr tal fin, se crea organismos de inteligencia que infiltran los movimientos contrarios al gobierno y tras la delación se procede a desarmar los mismos. De esta forma se pretende dejar en claro que quien decida vivir en paz solo lo puede hacer si no es rebelde al sistema.

- Culto a la personalidad: Más allá de que el modelo económico y social sea excelente, lo es porque el dirigente así lo escogió. Solo él tiene el poder y la visión para salvar al país de la debacle, solo él es capaz de llevarlo a un mejor futuro. De esta forma el dirigente deja de ser un usurpador y se convierte en un salvador que se sacrifica con la finalidad de lograr el bienestar común.

- Criminalización de las ideologías de izquierda: Se persigue de manera férrea los movimientos de izquierda, todo lo que sea socialismo, comunismo es erradicado de la vida social. Con publicidad se siembra en el imaginario colectivo la idea de que el comunismo es un virus, un cáncer capaz de generar todos los males sociales.

- Políticas económicas: Se crea el imaginario social de una supuesta libertad económica y estabilidad jurídica para las inversiones privadas o extranjeras. Mientras se hace creer a la población que el que trabaja tiene la plena confianza de que va a subir en la escala social, se abren las puertas para la inversión extranjera, sobre todo de consorcios norteamericanos. Y, las decisiones económicas asumidas por el dictador pasan primeramente por el tamiz de los intereses de los Estados Unidos; pues, el dictador sabe que su gobierno se mantiene con la aprobación del gobierno de este país.

- Publicidad: En este tipo de regímenes la propaganda es muy importante, pues con la manipulación de ella se pretende la aprobación de la población al mostrar supuestos avances económicos.

- Relación con la Iglesia Católica: Esta relación es ambigua, pues la misma es negativa para los sacerdotes disidente, que en la mayoría de los casos son expulsados del país; pero, de cordialidad ante los sumisos, pues el gobierno sabe que estos desde sus púlpitos pueden hacer propaganda positiva al régimen. Así, el discurso del sacerdote hace ver en la población el carácter divino del gobierno; quien está en contra de este está en contra de Dios.

Colocamos el gobierno de Pinochet solo como ejemplo de modelo, pero estas características son comunes en otros gobiernos de la misma índole. Así, podemos citar el gobierno de Marcos Pérez Jiménez (1914-2001) en Venezuela (1952-1958) y el proceso de sucesión de juntas militares en Argentina (1976-1983), entre otros.

Sin embargo, estas dictaduras militares de derecha no fueron eficientes en destruir los movimientos de disidencias en su contra, representados en guerrillas; y, tras el desgaste, el terror y la corrupción, entraron en declive, declive que terminó en el fin de los mismos. Estos, en la mayoría de los casos fueron sustituidos por gobiernos democráticos, al menos en nombre. Democracias de sufragio pero con iguales desnudeces que los regímenes militares, sumisos en su mayoría a los deseos de los gobiernos norteamericanos. Pues, los lazos económicos eran tales, que terminaron de rodillas ante el imperio.

En las llamadas democracias latinoamericanas también se ha observado un grado elevado de violencia política. Violencia dentro de los partidos políticos, violencia entre los partidos y estos contra el partido que ostenta el poder. Violencia que debilita la democracia abriendo las puertas a las intentonas militares y a aumentar el descontento ciudadano. Recordemos la inestabilidad política que se experimentó en Venezuela en el gobierno de Rómulo Gallegos debido a las luchas encarnizadas de las facciones de poder en el parlamento nacional, violencia que abrió las puertas al golpe militar liderado por Pérez Jiménez.

Con la finalidad de evitar la violencia política es necesaria las virtudes ciudadanas que sólo están presente cuando los partidos políticos están constituidos por ciudadanos que respetan la constitución, que aceptan la dirección de quien regenta el poder y permite el diálogo entre los factores involucrados. Sólo a través del diálogo se puede lograr la inclusión de todos los factores sociales; diálogo que permite crear lineamientos de un proyecto nacional común.

Ahora bien, la violencia revolucionaria merece especial atención. En primer lugar ¿Qué es una revolución? Se define como una transformación radical, un cambio de un estadio a otro; en lo político social es un cambio de un estadio a otro. Este cambio puede ser violento o no; puede ser paulatino como progresivo; y, contrario al pensar general, no sólo lleva a la implantación de gobiernos con tendencias comunistas, también pueden llevar a la instauración de gobiernos no comunistas.

De manera general, como la revolución representa cambio y existen sectores sociales que se resisten al cambio, en la mayoría de los casos el grupo que lleva a cabo la revolución termina ejerciendo la violencia sobre estos grupos resistentes al cambio. Cuando el poder político y económico se ha regentado por largo tiempo por un grupo determinado la resistencia al cambio es natural; esto, son los primeros en oponerse a las transformaciones implantadas por la revolución. Sin embargo, como es menester el descontento general para que las revoluciones surjan, apoyándose en este descontento los revolucionarios justifican la presión ejercida sobre los grupos que ven comprometidos sus intereses dentro de los procesos revolucionarios.

Enarbolando principios de justicia social los revolucionarios ejercen el poder; mas, el problema sigue siendo el mismo que en todos los sistemas: sólo el ejercicio del poder es legítimo cuando otorga participación ciudadana, cuando toma en cuenta para la toma de decisiones a la mayoría de los sectores sociales y es capaz de responder a las necesidades de la población. Caso contrario, repetiría los errores de los antiguos amos del poder y pronto abriría las puertas del descontento ciudadano y tendría que copiar modelos de represión social que una vez atacó.

El caso cubano es el vivo ejemplo de lo antes expuesto, Fidel Castro junto a un grupo de hombres armados deponen del poder a Fulgencio Batista, tras la toma del poder se inician cambios revolucionarios en la estructura del poder en la isla; mas, antes las vicisitudes surgidas en el ejercicio del poder, el gobierno ejerce fuertes mecanismos de control sobre la ciudadanía, el cual ha permitido la permanencia durante largo tiempo en el poder del grupo revolucionario. Medida que han ido en desmedro de la calidad de vida del pueblo pues ven menoscabada sus derechos civiles.

De tal manera, los procesos revolucionarios conllevan a la violencia per ce, así los líderes afirmen lo contrario; Lenin en los albores de la revolución roja afirmó no usar la violencia como estrategia, y sin embargo el zar y su familia murieron antes las balas de la “mansa revolución”, el mismo Lenin murió a consecuencia de los daños causados por una bala de sus fanáticos; y, luego de la muerte de este, la revolución se mantuvo bajo el reino del terror instaurado por Stalin(1878-1953). En el periodo de Lósif Stalin (1920-1953) se calcula que murieron cincuenta millones de personas de hambre, frío y persecución política, haciendo célebres los campos de concentración llamados Gulag, cifra que contrasta con los seis millones de hebreos muertos en los campos de concentración nazi.

Por otro lado, los movimientos revolucionarios ejercen una férrea oposición a todos sus detractores, satanizando la disidencia justifican las propias faltas. Esto se debe a que los movimientos revolucionarios por norma general afirman poseer la verdad y ser el único camino digno a seguir, esto conlleva al radicalismo y por consiguiente el totalitarismo. Totalitarismo que a su vez conduce al culto a la personalidad del líder. Es por esto que se puede afirmar sin vacilación que los errores de cualquier postura radical se refleja en la postura contraria; por tanto, errores de las dictadura de derecha, de las deslegitimizadas democracias se han repetido en los procesos revolucionarios de izquierda.

Al analizar la historia contemporánea Latinoamericana podemos observar que en no pocos países la alteridad de gobiernos está marcada por la sucesión de regímenes férreos, esto es a causa de la ambición del poder de los gobernantes y los opositores a estos; violencia que es consecuencia y conlleva a la violencia ciudadana.

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