lunes, 12 de julio de 2010

La Cultura Popular


Cuando empleamos el término cultura popular, estamos aseverando dos realidades, por un lado que existe una realidad llamada cultura y a esta a la vez le agregamos un calificativo, afirmamos que es popular. Estamos separando lo que se llama cultura de la dimensión del observador, colocando un abismo entre observador y observado. Este abismo siempre provocado por el observador, no por lo observado.
Cultura, como existente, no es una cosa. Al objetivar a la cultura se pierde el sentido real de lo que es, diluimos su significación. Como perdemos su realidad, su concepto, su verdad, es un hecho inútil que traslademos la función de liberación a ella; pues, como indefinida a perdido toda capacidad.
Toda cultura lleva implícito en si la característica de ser universal, logra universalidad en forma fácilmente. Cualquier particularidad de cualquier cultura posee los integrantes simbólicos de la cultura que la genera; por tanto, posee validez universal. Por tanto, al objetivar a una cultura, sus expresiones culturales se empequeñecen, pierden significación; se localiza en la dimensión de lo occidental.
La alternativa idónea a la objetivación es asumir la cultura como decisión. Abriéndose así paso al estudio de la decisión cultural y no de los objetos culturales. La decisión como generador del fenómeno cultural responde a la existencia del pueblo que la genera. Asumida la expresión cultural de esta manera, el calificativo de popular carece de sentido, pasa a la dimensión de las aberraciones conceptuales.
En la antropología cultural moderna no se ha logrado trasladar los eventos cotidianos al quehacer consiente, esto representa un serio problema heredado del proceso de colonización. Las instituciones estatales como partidos políticos, organismos gubernamentales del estado, iglesia, planteles educativos, son los principales responsables de nuestro error, principales responsables de nuestro desarraigo, de ser entes que desconocemos nuestras raíces; esto se debe a que estas instituciones fueron importadas desde occidente. Por tanto, estas instituciones, sufren un proceso de bloqueo por parte de lo que queda en nosotros de nuestras raíces, haciéndonos diferentes a occidente en un mundo importado desde occidente, he aquí el motivo de nuestra autenticidad.
En la estructura de estudio cultural que se debe formar en Latinoamérica, conviene descartar el término de cultura popular; en cambio estudiar el fenómeno de decisión cultural, sobre el cual descansa nuestro comportamiento y aparato conceptual. Un concepto que todo investigador cultural debe tener presente es que toda decisión exige una fuente, y esta tiene su simiente en la cotidianidad. En la cotidianidad reposa la autenticidad cultural, y en la medida que se recobra la autenticidad se logra la libración popular.
Occidente como cultura niega la existencia del mito; su cultura se basa en la relación del individuo sobre los objetos, la influencia que tienen los objetos sobre el individuo y la influencia del individuo sobre los objetos. En occidente la relación se efectúa entre objetos, he ahí su necesidad de cosificar todo; he ahí su necesidad de negar la nada, la antimateria, el inconsciente. En cambio, en los pueblos americanos, el mito es parte de la realidad, es parte estructural en la relación entre los entes, entre los existentes, porque el mito es un existente más. Por tanto, negar el mito, el inconsciente en América, es sencillamente negar a América, soslayar su realidad, luchar a tientas por imponer una concepción errónea, deslastrada de la realidad.
Ante la verdad de que la cultura occidental ha execrado la posibilidad de asumir nuestro absurdo y el sentido real de nuestro quehacer; con miras de colocar el mito, el inconsciente cultural en el trabajo cultural es indispensable el trabajo de campo. En este trabajo de campo se debe permitir un diálogo con los factores vivenciales de la comunidad, con su realidad cotidiana, con sus mitos y existencia en expresión plena, sólo así se logra llegar a la dimensión precientífica, pre-óntica, donde es posible interpretar a la cultura.
Sólo en el trabajo de campo el investigador es capaz de percibir la verdadera dimensión del mito en la cultura; y sólo en el trabajo de campo el investigador se asume como parte de una cultura, reconoce lo que hay de mito en sus concepciones. En el trabajo de campo dos existentes entran en diálogo, el sujeto cultural y el sujeto investigador; en este diálogo más que descubrir lo que existe se descubre lo que se ha negado. En el contacto del investigador con el pueblo surge la posibilidad de totalizar nuestro pensamiento y asumir ese pensar desde lo negado por la cosificación occidental.
Solo en el trabajo de campo nos está dada la posibilidad de realizar una hermenéutica pre-óntica, al margen de lo objetivo de los hechos. Cuando se estudia los diversos lenguajes indígenas se evidencia, se reconocen elementos de relación del sujeto con el medio ambiente que es inexistente en occidente, mientras que en muchas lenguas indígenas se evidencia una relación entre entes existentes, donde las existencias confluyen para crear una existencia común, en occidente se plantea la modificación que ejerce el sujeto sobre el objeto que le pertenece.
De igual manera, en el trabajo de campo evidenciamos la relación de lo sagrado con la expresión cultural, la manera con la cual se relaciona una creencia mítica con el empleo del arado; se entiende como en un mundo así los objetos son circunstancias sometidas a la presión de lo sagrado. Esta evidencia se antepone a la concepción colonial que es incapaz de advertir lo natural en el mundo, y puebla al mundo de entes.
Debemos entender que todo el quehacer histórico de la conquista española sobre América, así como la implantación liberal, consiste en la instalación de entes como constitutivos de la realidad. Sin embargo, a pesar del empeño occidental, en nosotros aún no se totaliza el ente como medio de comprender la realidad, es por eso que las posturas políticas occidentales no terminan de encajar en la realidad latinoamericana, es por eso que no terminamos, ni terminaremos siendo, una sociedad donde domine la tecnología como medio de expresión cultural. Es una realidad que en nuestra latitud, el pueblo ha desustancializado al ente de occidente, pues nuestra realidad es otra, diferente a la realidad de la cultura que produjo un mundo constituido por entes. A este respecto Mires (El Discurso de la Naturaleza, ecología y Política en América Latina 1991) afirma:
Ni campesinos e indios pueden sentirse históricamente interpretados por la ideología del progreso y del crecimiento, ni mucho menos por ese tipo de relación casi directa que han establecido nuestros países con el mercado mundial. Por lo demás, una lectura atenta de las principales rebeliones campesinas e indígenas ocurridas en el continente, nos puede mostrar cómo sus actores, en distintas ocasiones, has estado dispuestos a luchar, hasta las últimas consecuencias, en defensa de su cultura, de si tradición y de su economía.
Lo señalado por Mires es de importancia vital y debe ser comprendido por todo investigador que se acerque a las comunidades; que aunque se intenté luchar por implantar un sistema a una población, ésta siempre mostrará una resistencia natural y optará por la defensa del como en el cual han decidido como comunidad actuar. Lo afirmado, en ningún modo afirma que los cambios culturales son imposibles, lo que indica es que siempre habrá una resistencia natural a estos; y si las modificaciones no se adaptan a la realidad cultural pueden ser rechazados con violencia. Así, entendido, el único modo de serle útil a una población es ofrecerles propuestas cónsonas con su realidad cultural.
Sólo en el trabajo de campo al investigador le es lícito comprender la significación del estar en los pueblos americanos. Se trata de estar como manifestación anterior a ser, que posee significación en el acontecer. Cuando se está se acontece; estar pertenece a la dimensión de lo pre-óntica, se está al margen de las llamadas superestructuras de pensamiento, se está antes de la constitución de los objetos. En este sentido, estar está relacionado con el hecho de vivir, de estructurar un mundo simbólico que sirve para ampararse, manifestarse; este vivir es el que genera cultura, es una realidad ética y gnoseológica.
Debemos tener claro, que en la dimensión cultural no son cosas las que se estudian, no son objetos lo que tenemos en frente, es acontecer; acontecer la vigencia de lo que somos en cuanto somos. Es necesario hacer del acontecer el fundamento de nuestra visión de mundo. Aconteciendo es la manera como el tercer mundo logra imponerse porque la cultura en la dimensión del acontecer se hace universal. El acontecer es la posibilidad de América ante lo occidental. Solamente asumiendo nuestra decisión cultural de acontecer, de existir, se dejará de estar en el margen y se pasará a ser centro de acción; he aquí el reto para América latina.

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